La calle de Venezia, un lugar donde lo desconocido causa un morbo que no podría parar un huracán, el calor se cierne sobre las almas condenadas en pena, con esos cuerpos de humanoides bípedos cansados de la rutina, el trabajo, el extres, el amor, el sexo...simplemente se busca la felicidad ...y es allí donde acuden quienes desean disfrutar de una noche con estrellas, una noche bajo las bombillas de colores que asemejan un árbol de navidad, un paseo o simplemente el gozo de que la casualidad se de la mano con el destino y de la pasión.
En esta calle iluminada sobradamente, no hay cantos de sirenas que te obliguen a acudir a un lugar concreto para dominarte finalmente como a un sumiso cachorro, sólo hay whisky, rock, y gente, gente con los rostros cubiertos para que, pase lo que pase, nadie pueda saber con quién se han acostado, con quién o quienes has hablado o simplemente quien te agarro la mano cuando paseabas en soledad, a paso lento por la calle de Venezia...Allí nada es previsible, puedes pasar desapercibido o ser el centro de atención por unos segundo, en un tramo concreto.
La calle Venezia, oh sí, lugar de poetas borrachos, de rockeros metidos de coca hasta las orejas, de jovenes lujuriosos, de bohemios perdidos en la noche...seas como seas hay un hueco en esta calle, puedes encontrar al amor de tu vida en ella, o al mejor polvo que ni te hubieras imaginado, puedes hallar el placer adulto, el literario, el que sea, todos se encuentran allí, uno junto a otro, sólo has de observar los escaparates, o los bares, y encontraras lo que buscas sin duda; incluso puedes repetir diferentes noches en lugares adyacentes y totalmente distintos, es una carta de satisfacciones variadas...un restaurante de gozo y disfrute...
Sin más, pasad por ella, en sueños o en la vida real, pero pasad, al menos una noche, y no habreis leido en vano este pequeño relato...
Crónicas de un lobito
miércoles, 7 de abril de 2010
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)